LA FAMILIA: PUNTO DE PARTIDA Y LLEGADA DE LA TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA QUE REQUIERE COLOMBIA Por Miguel Chajín Flórez. Sociólogo.

La familia es la célula económica de la sociedad, constituye un sistema de complejidad irreducible como lo habría expresado Michael Behe, en la que integración de las partes, padre, madre e hijos, produce y reproduce la sociedad en todos sus niveles, psicológico, social, político, económico, cultural, biológico, moral y espiritual.

Y se utiliza el concepto de complejidad irreducible de Behe, porque no es posible pensar en familia (que por cierto en su etimología se asocia con el servicio), sin hablar de matrimonio (cuya etimología se relaciona con madre y matriz), lo que no puede aplicar para uniones homosexuales, que al destruir la familia, constituida por padre, madre e hijos, destruiría la sociedad y crearía una economía esclavista, donde los hijos serían administrados por el Estado, y las empresas intermediarias, de compra venta de semen, alquiler de vientres, incubación artificial, etc., aberraciones que promueve la comunidad LGTBI, en correspondencia con la creación de un nuevo orden mundial, apoyado por la ONU, para el control de la población y negocios que de esto se derivan, como ya se vienen denunciando desde sus mismos exfuncionarios.

No hay verdadera familia sin matrimonio, y esto significa que deben concurrir a la relación un hombre y una mujer, de manera inevitable, por lo que este vínculo es la forma como se produce y reproduce el ser humano, biológica, social, cultural, económica, política, moral, psicológica y espiritualmente.

Desde su etimología, del latín y griego, la economía está asociada a la administración, ley, regulación, de la casa. Es en la casa donde se identifican o no, promueven o no, los talentos de los hijos; donde se estimula o no la disciplina, donde se apoya o no su educación; también en la familia se adquiere una condición social, una clase, categoría o estratificación social, nivel de vida; igualmente, en la familia se adquiere la condición civil, se asumen obligaciones tributarias y derechos, se establecen nexos con entidades de servicio público; la familia aporta el trabajador, el obrero, empleado, empresario, funcionario, y constituye una unidad de consumo; a través de esta se adquieren hábitos, costumbres, valores, creencias, estilos de vida, representaciones sobre la sociedad, la riqueza, la pobreza, el éxito y el fracaso; pero también la familia es donde se procrea, o se reproduce biológicamente la sociedad, se nace niño o niña, y esto determina condiciones de consumo, etc.

La familia es la síntesis de la sociedad, o su base, punto de partida y llegada de toda evaluación del crecimiento económico y desarrollo social; es por tanto el corazón de la economía; la mente de ésta constituye la cultura, su voluntad es la política, el piso el ambiente o contexto, la comunicación constituye la sociedad, la moral son las reglas de interacción social, todo dentro de un marco espiritual que lo integra.

Cuando se conecta la idea de la ética protestante de Weber, con la vida familiar de los barrios pobres y zonas rurales de Colombia, puede evidenciarse que la relación entre las creencias y valores del cristianismo con la economía, no sólo sirve para entender el desarrollo capitalista de Europa, Estados Unidos y Canadá, sino para validar que la familia es el punto de partida y llegada de procesos de transformación económica.

Los discursos postcapitalistas prefieren hacer énfasis en la educación como el motor económico de una sociedad del conocimiento, o bien la integración de conocimiento con organización empresarial, a partir de la innovación y las redes sociales por internet; otros, prefieren establecer las conexiones de la globalización capitalista y la relación con el Estado, los mercados, los sindicatos, y las “universidades de tercera generación”, que se constituyen en apéndices del aparato productivo de manera directa; pero el asociativismo va mucho más allá de las nuevas formas de capitalismo, o postcapitalismo, incluso en las versiones de la socialdemocracia de la tercera vía; ya que la familia es situada en el punto de partida y llegada de una nueva sociedad.

Todavía muchos no han entendido por qué en Colombia la familia es la bandera política de quienes encarnaron el No a los acuerdos de La Habana, que fueron los mismos que por millones salieron a las calles el 10 de agosto de 2016 para protestar por el complot entre la ONU, la Comunidad LGTBI, y el Ministerio de Educación de Colombia, en cabeza de Gina Parodi (quien comparte un estilo de vida sodomita), cuando pretendían imponer una cartilla de convivencia escolar, para adoctrinar a los niños en la ideología de género.

Pero no se trata simplemente de la defensa de la familia por razones de perversión sexual, sino que la familia es el núcleo de la sociedad, y como tal desde allí se construye y reconstruye ésta. No se necesita ser cristiano para ir a la Biblia y hacer el recorrido sobre la importancia de la familia en el pueblo hebreo, y conectarla con su prosperidad.

Son las iglesias locales, de barrio, las que algunos llaman despectivamente iglesias de garaje, instrumentos o medios de transformación familiar, con un impacto enorme en la economía, y esto lleva precisamente a la emergencia del papel de la iglesia en la actual contienda electoral de Colombia; esta relación de iglesia, familia y política, no es algo que esté ocurriendo sólo en Colombia, pues basta echar una mirada a cómo llega Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos para ver todas las conexiones propuestas arriba.

Sin que se lo proponga el cristianismo está ayudando a mucha gente a salir de la pobreza, a ingresar a la clase media y a formar nuevos empresarios, científicos, artistas, políticos, docentes, etc., y, aunque numéricamente no representen la mayoría de la sociedad, su impacto social es cada vez más visible, como luz y sal de Colombia. El foco de esta transformación se está dando en el seno de la familia.

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